lunes, 26 de abril de 2010

El Secreto de las Estrellas

Mirando las estrellas en una despejada noche, en algún lugar perdido entre la Isla Martín García y el Tigre, tuve el placer de dejarme llevar por el río mientras mis luminosas amigas me bañaban con sus infinitas luces. Todos los miedos, preocupaciones, máscaras y personajes se dejan disolver cuando estamos en contacto profundo con la naturaleza. Y surge la respuesta espontánea del ser.

Las estrellas pueden ser maestras en nuestro recorrido espiritual por el río de la vida. Cada destello de su luz viene de una antigüedad incomprensible, fue emitida hace años, siglos, milenios o más...y sin embargo llega a nuestra vista como final de un viaje que termina en nuestra conciencia.

Por eso, cuando recibimos ese “rayo de luz”, somos de alguna forma los guardianes de un mensaje misterioso y antiguo: una estrella emitió luz hace miles de años y nosotros, al levantar la vista, nos volvemos el destinatario de algo sagrado.

Y como cada estrella envió su luz en distinto momento, de acuerdo a los años luz de distancia con nosotros, al ver el mapa fijo del cielo también estamos viendo la danza cósmica de la historia del Universo, como si pudieramos ver la eternidad sobre un único plano.

Meditar sobre una estrella mientras dejamos que su luz nos brinde energía renovadora, puede ser una experiencia muy poderosa para el ser, y un aprendizaje que modifica nuestra vida. Porque mientras todos los astros se influencian entre sí, nosotros también estamos brillando, emitiendo nuestra luz con cada mirada, gesto, acción que llega a otro (o a nosotros mismos). O con nuestros pensamientos y sentimientos. Y realmente no tenemos la más mínima idea de la distancia a la que llegará.

Puedo imaginarme un cielo de pensamientos de amor que llegan a alguien, quién sabe dónde, iluminándole la vida, aunque sea un ratito, una noche, en un río perdido. Un instante de luz, un destello para la eternidad...

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